24.1.16

¿Prejui...qué?–Dijo Colette.

Bienvenid@s al mundo de La Moquette Brunette 

Hoy quiero hablaros de los prejuicios, esos dichosos juicios apresurados e infundados que no hacen más que cortarnos las alas; lo único que provocan es que temamos a la vida y que la dejemos pasar ante nuestros ojos sin disfrutar, nos cohiben y hacen que queramos cohibir también a los demás. Aún así, tampoco vamos a profundizar más. No soy ninguna experta y aquí, además, estamos para lo que estamos... La historia de hoy es así: 

Hace unas semanas, le dije a una persona (digamos que se llama Evita) que quería escribir sobre el amor –no el amor en sí mismo, sino las relaciones, los comportamientos que llevamos a cabo los seres humanos y nuestros impulsos–. Quería escribir sobre todo lo que envuelve a este sentimiento y reflexionar sobre el por qué de ciertas cosas. Ella, anonadada, quiso averiguar si hablaría "de la parte impura del amor". Sí, se refería a si hablaría sobre SEXO. 

Sin saberlo, me regaló mi primer post ( en realidad segundo, pero ya me entendéis). ¿Desde cuando acostarse con otra persona es algo impuro? Lo reconozco, estoy criticando a Evita; pero sin ningún cuidado acabo de meter un eufemismo. Realmente, en este punto necesito que me ayudéis... ¿Por qué somos tan pudoroso al hablar sobre nuestro propio ser?

El caso es que mi querida Evita abrió un debate en mi cabeza bastante interesante. Pasé varios días pensando en lo mismo, así que recurrí–como no– a mis amigas. Ahora, con las nuevas tecnologías (es decir, WhatsApp) todo se acelera; gracias a esta aplicación pude crear un grupo y nuestras apretadas agendas, al fin, no fueron un problema. Transporté el jaleo que tenía montado en mi cabeza a las de ellas. 

Todas, y a la vez, empezaron a escribir como locas llenas de indignación; querían expulsar a Evita del paraíso y "obligarla a dejar de ser mujer", como dijo Colette. Mi querida amiga es una extrema como yo; además, fue la más afectada (imaginaos lo activa que es) ... Se sentía bastante humillada y para nada representada por Evita, dijo de ella que es una mujer falsa, absurda y que lo que le pasa es que no disfruta. Según la conversación se subía de tono, la frené. Decidí olvidarme de la batalla que se había estado librando en mi cabeza y les hablé de los prejuicios. 

Cinco minutos, cinco laaaargos e intensos minutos pasaron hasta que Colette soltó su ya famoso "¿Prejui...qué?". Prejuicios, le aclaré. Nuevamente, decidió no ser razonable y no entender como una persona podía tenerlos. Habló de la degradación y del atraso mental que sufre la sociedad del siglo XXI. Metió temas como el machismo, la independencia de la mujer, la libertad plena de ésta sobre su cuerpo y sobre su sexualidad. Reflexionó también sobre las críticas y la importancia que tiene el "qué dirán" ; sobre el físico y la poca aceptación que tienen muchos del suyo propio; por último, manifestó su desagrado hacia los aspectos de nuestra cultura que, según ella, "minan a las demás". 

En definitiva, lo que quería decir Colette es que nuestro propio entorno es el que nos enseña a ser prejuiciosos. Tememos y apartamos de nuestras vidas a personas antes de tener la oportunidad de conocerlas sólo por su mera apariencia,  por sus gustos musicales o políticos, por sus aficiones y aspiraciones o, simplemente, porque le gusta el brownie con regalito... Rechazamos ayudar a otros porque desconfiamos de que el peligro al que se enfrentan sea real o nos levantamos de nuestro asiento en el autobús si a nuestro lado se sienta un mendigo, una adolescente embarazada o un transexual.

Gracias, Evita. Me has regalado un nuevo motivo por el que luchar. 


Y a vosotros, gracias por leerme, ¡hasta pronto! 

1 comentario:

Anónimo dijo...
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